En el día de sus 90 años: Autobiografía fugaz de Nicomedes Santa Cruz
Hoy Nicomedes Santa Cruz Gamarra cumpliría 90 años. Gracias a él, desde el año 2006 celebramos cada 4 de junio el Día de la Cultura Afroperuana. Conozcamos en este breve texto, y en sus propias palabras, la historia del hijo más ilustre de la negritud peruana.
Nací en Lima el 4 de junio de 1925, siendo mi padre el conocido autor teatral Nicomedes Santa Cruz Aparicio y mi madre Victoria Gamarra Ramírez, celosa heredera de riquísima tradición folklórica e hija de un afamado pintor, el maestro José Milagros Gamarra.
Soy el noveno de los diez hijos del matrimonio Santa Cruz Gamarra. El primero que surgió a la vida artística fue Rafael, el benjamín, debutando como novillero en 1947. Justamente, la alternativa de matador de toros la recibe en el coso de Acho el 27 de marzo de 1949 y su triunfo inspira un vals a Porfirio Vásquez:
Sabe torear, ya lo han visto,
su coraje dio a la luz:
lo que ha hecho el gran diestro
que es Rafael Santa Cruz.
Este bello gesto acerca más a los Vásquez y los Santa Cruz, que viven en el mismo sector de Breña; y así empieza mi amistad con don Porfirio. Cuatro meses más tarde, en una de sus diarias tertulias en el cafetín de “Choy”, en la esquina de los jirones Arica y Loreto, “don Porfi” me recita unas décimas que me hicieron brincar en el asiento: al fin encontraba la forma poética que venía buscando infructuosamente desde tiempo atrás. Recuerdo además que de niño escuché a mi madre cantar décimas en socabón y que sus compañeros de infancia en su barrio natal de La Victoria eran hijos de decimistas. En ese mismo instante improvisé una cuarteta:
Criollo, no: ¡Criollazo!
Canta en el tono que rasques.
Le llaman “El Amigazo”,
su nombre: PORFIRIO VÁSQUEZ.
Para entonces el emocionado no era el aprendiz, sino el propio Porfirio Vásquez, no tanto por el poético elogio sino más bien porque hacía muchos años que no escuchaba improvisar. El asunto no terminó ahí. Al día siguiente me presenté en casa de mi entrañable amigo con la glosa terminada.
Estas fueron mis primeras décimas. Desde esa fecha, 3 de julio de 1949, y durante los años subsiguientes, ambos amigos sólo hablaríamos en décimas y sobre décimas.
A partir de 1955 y por no encontrar rivales, pues la afición prácticamente ha desaparecido, me fui apartando de la temática tradicional para el canto en desafío o contrapunto, en que me venía guiando Porfirio Vásquez, y trabajé mis glosas sobre problemas de actualidad nacional e internacional.
A mediados de 1956 abandoné para siempre el oficio de herrero forjador ―cerrajería artística― e insuflo a mis décimas una rebelde y orgullosa negritud que me abre las puertas de la popularidad a través de radioemisoras y escenarios teatrales. En 1958 irrumpo en el periodismo y llevo mis décimas a la naciente televisión nacional. Actividades éstas en las que hasta ahora continúo laborando.
Publicado originalmente en: Nicomedes Santa Cruz, La décima en el Perú, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1982, pp. 109-110